REUNIÓN DE ENTRE SEMANA VIDA Y MINISTERIO CRISITIANO: 4 a 10 de Octubre de 2021 - Historia y Ayuda Teocrática

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lunes, 4 de octubre de 2021

REUNIÓN DE ENTRE SEMANA VIDA Y MINISTERIO CRISITIANO: 4 a 10 de Octubre de 2021

REUNIÓN DE ENTRE SEMANA VIDA Y MINISTERIO CRISITIANO: 4 a 10 de Octubre de 2021



REUNIÓN DE ENTRE SEMANA VIDA Y MINISTERIO CRISITIANO: 4 a 10 de Octubre de 2021

Demostremos humildad (1 Pedro 5:5) (15 mins.): Análisis con el auditorio. Ponga el video. Luego pregunte: ¿qué hicieron Pedro y Juan para obedecer las instrucciones de Jesús para la Pascua?, ¿qué lección de humildad dio Jesús la noche antes de morir?, ¿cómo sabemos que Pedro y Juan se tomaron a pecho esa lección? y ¿de qué formas podemos demostrar humildad?

MARK NOUMAIR: DEMOSTREMOS HUMILDAD (1 PEDRO 5:5) (TRANSCRIPCIÓN)

Resulta interesante que Pedro dé consejos sobre cultivar la humildad. Remontémonos al pasado y veamos por qué la humildad estaba tan grabada en la mente y el corazón de Pedro. Abramos nuestras biblias en Lucas, capítulo 22. En este capítulo encontramos a Jesús organizando aquella última Pascua, en el año 33 de nuestra era. Lo vemos en Lucas 22, a partir del versículo 8. Es jueves por la tarde, 13 de nisán, y ¿qué sucede? Versículo 8: Jesús envía a Pedro —ahí está Pedro—, y a Juan, y les dice: “Vayan y preparen la pascua para que la comamos”. O sea, “Pedro, Juan, prepárenla”. Versículo 9: “¿Dónde quieres que la preparemos?”. Entendieron bien lo que tienen que hacer: prepararla. Jesús los mandó a Jerusalén, donde encontrarían a un hombre con una vasija de barro. Versículo 12: “Y ese les mostrará un cuarto grande, arriba, amueblado. Prepárenla allí”. Versículo 13: “De modo que ellos partieron y lo hallaron así como él les había dicho, y prepararon la pascua”. Preparar la Pascua. ¿Y qué cosas había que preparar? Pan, vino, aceite para las lámparas, cordero, una toalla, una palangana y agua. ¿Una palangana y agua? Ellos sabían la importancia de lavar los pies a los demás. Estuvieron presentes cuando Jesús reprendió a Simón el fariseo: “Simón, no me diste agua para los pies; Simón, no me diste agua. No has estado a la altura”. Así que, mientras estaban preparándolo todo, se quedaron mirando fijamente la palangana y el agua, se miraron el uno al otro y se preguntaron: “¿Y quién va a lavar los pies? ¿Quién va a hacerlo?”. Era una oportunidad de oro para hacer todo lo que Jesús les había enseñado sobre la humildad en tres años y medio. Era el momento.

Después de tres años y medio, podían portarse como uno de los menores. No dominar a los demás. Servir a otros, no esperar que les sirvieran. Este era el momento. Podrían haberle demostrado a Jesús que habían captado el punto. Era jueves por la tarde. Tenían tiempo para pensar en ello y orar sobre el asunto. Pero avancemos un poco y veamos lo que sucede ahora. Avancemos hasta el atardecer del 14 de nisán. Esta vez leeremos el relato en Juan, capítulo 13. Ya habían preparado la habitación, habían seguido las instrucciones... y, en Juan 13, vemos el asunto desde la perspectiva de Juan; él había estado con Pedro preparando todo... Ahora saltamos al año 98, cuando Juan está escribiendo esta historia. Había tenido tiempo para reflexionar en ello durante años. Veamos lo que dice en el versículo 3: “Jesús, sabiendo que el Padre había dado en sus manos todas las cosas, y que de Dios había venido y a Dios iba [...]”. Juan estaba al tanto de que Jesús conocía esas cosas. Quizá pensó: “Jesús sabía quién era; sabía todas las cosas. Comprendía muy bien que Jehová lo había honrado. Sabía que le había confiado todas las cosas. Sabía que él era la segunda persona más importante del universo. Sabía que era ‘el primogénito de toda la creación’. Sabía que había ayudado a su Padre en la creación. Conocía todo eso —todas esas cosas—”. Juan reflexiona en ello y lo pone por escrito. Y, conociendo todo eso, en el versículo 4 hace un contraste: Jesús se levanta de la cena y pone a un lado sus prendas de vestir exteriores. Toma una toalla, se la ata a la cintura, pone agua en una palangana, comienza a lavarles los pies a los discípulos y se los seca con la toalla que tiene atada a la cintura. Juan muestra que Jesús fue muy humilde aunque sabía quién era. Pero Juan no solo meditó en quién era Jesús, también en por qué hizo aquello. ¿Por qué actuó así? Eso era lo que le interesaba a Juan. Vemos la respuesta en el versículo 1, donde él mismo explica el porqué: como amaba “a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin”. Juan dijo que Jesús “los amó hasta el fin”. ¿Qué significa eso? Él quería inculcarles cualidades que los ayudaran a vencer al mundo, que fortalecieran a la congregación cristiana, cualidades como el amor abnegado y la humildad. Los amó hasta el fin. Nunca los dio por perdidos. Tenían sus defectos, pero él siempre confió en ellos. Treinta años después, Pedro seguía pensando en la humildad. Y, sesenta años después de aquel episodio, la lección de humildad que les dio Jesús sigue resonando alto y claro en la cabeza y el corazón de Juan.

Sin embargo, ninguno tuvo suficiente humildad para poner en práctica lo que Jesús les había enseñado durante tres años y medio. Juan ha terminado de escribir la historia, y ahora medita en ella; la ha escrito por inspiración, y ya la ha acabado. Quizás vuelve a leer lo que ha escrito y piensa: “Me habría encantado escribir que Jesús solo les lavó los pies a uno o dos discípulos, porque después yo me levanté y les lavé los pies al resto de mis hermanos. Tomé la toalla, e imité a Cristo”. O “Pedro y yo nos levantamos”. Pero el punto es que no lo hicieron. ¿Qué aprendemos de esto? No permitamos que las valiosas lecciones que nos enseña Jesús resuenen en nuestra mente y corazón solo cuando hayamos perdido la oportunidad de ponerlas en práctica. Llevemos esto al plano de Betel: “Sé que tengo mucha antigüedad —soy muy consciente de ello—, pero ¿espero que me traten de manera especial por eso? Sé que tengo autoridad por ser el superintendente; soy el superintendente, lo tengo muy muy claro. Muy bien, ¿me levantaré y me arremangaré la camisa para hacer lo que nadie quiere hacer, o solo me gusta mandar? Sé que tengo un privilegio de servicio maravilloso; lo sé, y los demás también lo saben. Bien, pero ¿estoy dispuesto a capacitar a otros?”. El hermano Jackson mencionó esto en la graduación de Galaad, cuando dijo que hay que valorar las responsabilidades, pero no apropiarse de ellas. Esto significa que tenemos que actuar. Hay que ser humildes para capacitar a quien nos va a sustituir, seamos hermanos o hermanas. “Sé que tengo más experiencia que esa persona en mi trabajo. Sé que tengo la experiencia; lo sé. Tengo más experiencia que mi compañero. Genial, pero ¿tendré la humildad de transmitir mis conocimientos para ayudar a otros en su trabajo? ¿O me los guardaré para mí?”. Si somos humildes de verdad y hacemos estas cosas, podremos decir que la lección de humildad que nos dio Jesús, que hemos visto en Juan 13, se ha grabado para siempre no solo en la mente y el corazón de Pedro y Juan, sino también en los nuestros.

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