REUNIÓN DE ENTRE SEMANA VIDA Y MINISTERIO CRISITIANO: 18 a 24 de Julio 2022 - Historia y Ayuda Teocrática

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lunes, 18 de julio de 2022

REUNIÓN DE ENTRE SEMANA VIDA Y MINISTERIO CRISITIANO: 18 a 24 de Julio 2022

REUNIÓN DE ENTRE SEMANA VIDA Y MINISTERIO CRISITIANO: 18 a 24 de Julio 2022


Informe 4 del Cuerpo Gobernante

¡Bienvenidos, queridos hermanos! Es un placer estar con ustedes. En este informe les vamos a contar brevemente algunas noticias. Después, veremos unas entrevistas muy animadoras. Estoy seguro de que fortalecerán su fe. Déjenme que los ponga al día.

• A finales de abril, el hermano Mark Sanderson viajó a Polonia. Se celebró una reunión especial en el Salón de Asambleas de Varsovia para animar a los hermanos que se han visto afectados por la guerra de Ucrania. Se conectaron al programa más de 250.000 personas de Polonia, Ucrania y la región del Donbás. Un superintendente de circuito de la región del Donbás escribió: “Fue un programa maravilloso. ‘Alimento al tiempo debido’. ¡Se nos saltaban las lágrimas de alegría al ver cuánto nos quiere Jehová!”. Al concluir el programa, el hermano Sanderson y tres miembros del Comité de Sucursal viajaron 2.500 kilómetros (1.550 millas) por toda Polonia. Estuvieron visitando a los refugiados y a los voluntarios que tanto trabajan en los Salones de Asambleas, Salones del Reino y en las fronteras. Esta fue una maravillosa muestra del amor que Jehová le tiene a su pueblo. Gracias de todo corazón por sus oraciones y por sus generosos donativos, que hacen posibles las labores de socorro.

• El 4 de mayo, la hermana Valentina Baranóvskaia, de 71 años, por fin fue liberada de la prisión. Llevaba en la cárcel más de un año. ¡Qué bienvenida tan cariñosa le dieron! Compartimos su alegría, hermana Valentina. Pero no olvidamos que su hijo, Román, todavía sigue encarcelado por su fe. No dejamos de orar por ustedes.

• El 24 de mayo, el hermano Dennis Christensen salió de la cárcel en la que estaba en Rusia. Pasó cinco años en varias instalaciones penitenciarias. Fue deportado en cuanto quedó libre. Él y su esposa, Irina, están ahora a salvo en Dinamarca, como veremos en el siguiente video.

• — Hoy es un día muy feliz. Muy feliz porque al menos yo pude salir de la prisión, volver a casa, a Copenhague, en Dinamarca, y volver a estar con mis amigos y con mi querida familia. También estoy deseando poder tener una vida de familia más normal con mi amada esposa, Irina. Estoy muy contento, y de verdad que valoro mucho todo lo que los hermanos han hecho por mí durante estos cinco años. Todos esos pensamientos… todas esas cartas… todas esas oraciones… todos los dibujos y los regalitos que me hicieron los niños me animaron muchísimo. Durante todo ese tiempo, en ningún momento me sentí solo. Jehová siempre estaba a mi lado. Su mano me salvaba, me sostenía y me ayudaba. Mucha gente me pregunta: “Ay, Dennis, ¿consiguieron aplastarte en la prisión? ¿Te rompieron por dentro?”. ¡Ni hablar! ¡Eso jamás! ¿Y sabes qué? Estoy más decidido que nunca a ser leal a Jehová. Resuelto a predicar las buenas noticias, y a ayudar a mis hermanos y a otras personas a alcanzar sus metas. Todos queremos llegar al Paraíso. Allí tendremos la oportunidad de servir y alabar a Jehová para siempre. Así que no, no estoy roto. No, no estoy aplastado. Sigo aquí. ¡Estoy de vuelta!

• — ¡Estamos muy felices, Irina y Dennis! Su fe y su lealtad nos fortalecen a todos. ¡Qué bueno tenerlos con nosotros! Aunque estamos muy contentos por estas noticias, tenemos muy presente que en el mundo todavía hay más de 150 hermanos y hermanas encarcelados por su fe. En Rusia, cuatro hermanos están cumpliendo condenas de ocho años de prisión, y una hermana está cumpliendo una condena de seis años. Hebreos 13:3 dice: “Recuerden a los que están en prisión, como si ustedes estuvieran presos con ellos” ¿Cómo podemos demostrar que nos acordamos de estos hermanos? Si vivimos cerca, tal vez podamos ayudarlos de manera práctica. Pero todos podemos orar por ellos y por sus familiares día tras día. También podemos meditar en su gran ejemplo. Cuando vemos que estos hermanos aguantan condenas injustas sin perder la alegría, nos sentimos motivados a imitar su fe y a aguantar las pruebas por las que nosotros estemos pasando ahora. Y nos da la seguridad de que aguantaremos con alegría lo que venga en el futuro.

• En las siguientes entrevistas, dos hermanos de Rusia nos contarán su historia. Aguantaron fielmente casi cuatro años en prisión sin perder la alegría.

• — Mi caso comenzó el 22 de julio de 2018. Recuerdo que era domingo y estábamos en plena reunión. Cuando terminó el registro, me dijeron que tenía que ir con ellos. Y los acompañé.

• — Abrí la puerta porque los agentes del FSB (Servicio Federal de Seguridad) no paraban de llamar al timbre. Unos segundos después, escuché el sonido de cristales rotos. Eran de la terraza. Habían echado abajo la puerta. Cuando mi esposa fue a decirles que la puerta ya estaba abierta, para que no la rompieran, le cayó un trozo de cristal en la frente y se la cortó. Y otro le cortó una vena de la mano. Los agentes se acercaron a mí y me enseñaron la orden de registro. Y yo les dije: “No me interesa ahora la orden. ¡Llamen a una ambulancia!”. Quería que la llevaran al hospital, pero ella decidió quedarse conmigo. ¡Estuvieron cinco horas registrando la casa! Me acabaron encerrando. Dos días después se celebró una audiencia y me pusieron bajo arresto en un centro de prisión preventiva. Las pruebas de fe en el centro de prisión preventiva

• — Lo más difícil de toda la persecución fue estar en la celda de castigo. Cuando entré allí, o bueno, más bien, cuando me arrojaron a esa celda los guardias de la prisión, lo primero que oí fue: “¡De rodillas!”. Les contesté que yo solo me arrodillaba ante Dios. Se pusieron a gritarme y a burlarse de mí. Yo no entendía qué era lo que me estaban pidiendo o qué querían de mí. La verdad, no entendía por qué me estaba pasando esto. Pasaron horas hasta que supe que querían información sobre dos hermanos que habían detenido cerca de allí. Entonces pusieron instrumentos de tortura delante de mí y me dijeron que no lo iba a aguantar, que más me valía cooperar con ellos. Pero yo no dije nada que pudieran usar contra los hermanos porque sabía que cualquier cosa que dijera podría empeorar su situación.

• — En aquel centro las cosas no eran nada fáciles. Cada día, de la mañana a la noche, se escuchaba la radio. Se oía muy alto. Molestaba mucho, y la gente hablaba sin parar. Unos meses después, me llevaron a una celda de aislamiento. Estaba preocupado. “¿A quién le iba a predicar? ¿Y me dejarían encerrado allí todo el tiempo?”. Recuerdo que esa noche le oré muchísimo a Jehová. La predicación en el centro de prisión preventiva

• — Unos días después, pusieron a un hombre en la celda que estaba justo al lado de la mía. Aquel hombre llevaba 13 años en prisión. Durante el último año, le había estado dando vueltas a asuntos religiosos, incluso había empezado a leer la Biblia. Hablábamos casi todos los días durante horas de cosas espirituales. Le cantaba canciones del Reino y le leía los textos bíblicos que me mandaban los hermanos en las cartas.

• — Uno de los que estaban en las celdas de castigo colaboraba con los guardias. Era un hombre muy fuerte, parecía una montaña de músculos. De repente, caí en la cuenta de que lo que tenía enfrente de mí era en un 80 % agua, solo agua. Y, no sé, creo que hasta sonreí en ese momento. Pero de lo que estoy seguro es de que fue Jehová quien me hizo pensar así. Eso cambió mi forma de ver a aquellas personas.

• — Al lado de mi celda había otra celda de aislamiento, y casi siempre estaba vacía. Prácticamente cada día le pedía a Jehová que trasladaran a mi hermano y amigo Vadim a esa celda. Cuando Vadim se enteró de que le estaba pidiendo eso a Jehová, me dijo: “Serguéi, ¡qué inocente eres! Amigo, para los guardias, tú y yo somos cómplices. Así que la ley no nos permite estar pared con pared”. Le dije: “Espera y verás”.

• — Por la tarde, alguien vino a mi celda y me dijo: “¡Levchuk, prepárate que vamos a trasladarte!”. Me llevaron a otro módulo y, de repente, escuché la voz de Serguéi a través de la pared. “¿Vadim, eres tú?”. Y le dije: “Sí, soy yo”. “¡Qué alegría —me dijo—, le había rogado a Jehová que vinieras!”. Cuando me enteré de que había seguido pidiéndole eso a Jehová, me enojé, porque me había quedado sin poder hacer mis revisitas. Y les había dicho que les contaría una historia de la Biblia. Más tarde, me di cuenta de por qué Jehová había hecho esto. Y es que los dos necesitábamos apoyo emocional, uno del otro.

• — Y estuvimos juntos dos semanas. Leíamos y comentábamos el texto diario, y hablábamos de lo que nos decían en las cartas. El apoyo de Jehová y de los hermanos

• — Por varios días, me sentí muy deprimido cuando estuve en una celda de aislamiento. Entonces recibí un montón de cartas nuevas. Normalmente, hacía dos montones: unas, que quería leer inmediatamente, y otras, que leería después. Pero hubo una que no quería leer. La dejé a un lado, para más adelante. Entonces sentí algo dentro de mí que me decía: “No, léela ya”. Esa carta respondió mis oraciones. La carta hablaba de cómo Satanás usa una de sus armas más poderosas. Hablaba del desánimo. Enseguida puse en práctica lo que decía la carta. Eso me ayudó a librarme de los pensamientos negativos, y me sentí muchísimo mejor.

• — En todos los sitios, tenía buenas conversaciones con los que estaban en las celdas de al lado. Hablábamos a través de la pared. Yo me preguntaba por qué me movían tanto de una celda a otra, por qué no me dejaban en la misma siempre. Y en ese momento recibí una carta de una hermana que me decía esto: “Si te mueven de una celda a otra, piensa que te envían a un nuevo territorio porque ya cubriste el anterior”. Cuando leí la carta, dije: “¡Ahora lo entiendo!”.

• — En sus cartas, los hermanos enviaban de todas partes del mundo dibujos, pinturas, fotos... Un hermano, por ejemplo, nos envió este retrato. Somos mi esposa Natalia y yo sentados en las manos de Jehová. Todo el alimento espiritual que teníamos era a través de las cartas. Incluso nos escribieron el programa entero de los tres días de asamblea y nos lo enviaron por carta.

• — Mientras leía las cartas, ya no sentía que estaba arrestado o que estaba en la cárcel. Me sentía con mis amigos. Cuando leía sus cartas, era como si fueran mis invitados. Así que la mitad de esos tres años y medio de sentencia no me sentía como si estuviera allí, sin libertad.

• — Todos los días, cada día que estuve allí en la prisión, le pedía a Jehová que me diera su paz, que me diera calma. Y bajo esas circunstancias es difícil explicar hasta qué punto llegas a sentir esa calma. Es justo lo contrario a las circunstancias en las que te encuentras, las personas que están a tu alrededor o incluso el estado de salud. Pero la paz que tienes por dentro te hace sentir en calma. Además de eso, pude sentir el gran apoyo de mis hermanos y el amor de Jehová durante el juicio, porque siempre había un montón de hermanos y hermanas allí esperando en el tribunal. Las primeras veces, cuando los hermanos venían a las audiencias, el Servicio Federal de Seguridad anotaba sus nombres y los citaban para interrogarlos. Cuando volvíamos para las siguientes audiencias, allí veíamos a los mismos hermanos y hermanas. Eso nos daba fuerzas. Veíamos que no tenían miedo, que de verdad querían estar allí para apoyarnos. Así fue hasta el final. La Conmemoración en el centro de prisión preventiva

• — En una carta, recibí el bosquejo de la Conmemoración. Tenía muchas ganas de dar el discurso. Unos días después, mientras estaba en el patio haciendo ejercicio, hablé con otro preso, al que le interesaba la Biblia. El día antes de la Conmemoración, volvimos a hablar. Yo le dije: “¿Sabías que mañana va a tener lugar una celebración por todo el mundo?”. Le expliqué cuál era la celebración, cómo se iba a realizar y que habría un discurso. Me dijo: “¿Tú podrías darlo?”. “Sí”, le respondí. Así que quedamos en que, al día siguiente, el día de la Conmemoración, yo daría el discurso. Cuando llegó el día, eran las diez de la noche y el preso seguía ocupado con otra cosa. Le oré a Jehová: “¿Qué hago?”. Y, a las diez y media, él me gritó: “¡Serguéi, ya estamos listos, puedes empezar!”. Así que empecé a dar el discurso. Solo habían pasado unos minutos, cuando escuché unos pasos. Había un inspector, y se acercó a mi puerta. Me miró a través de ella. Le pregunté: “¿Está todo bien?”. Me dijo: “Sí, sí, no se preocupe, siga leyendo”. Yo dije: “¡Jehová, muchísimas gracias!”. Y seguí con el discurso. La vida en la colonia penitenciaria

• — Sabía que probablemente nos separarían a los dos y quizás nos asignarían a secciones distintas, así que no tendríamos la oportunidad de apoyarnos el uno al otro y de dirigir las reuniones. Y eso era muy importante para mí.

• — Vadim le explicó a la administración que yo necesitaba de sus cuidados porque tengo una discapacidad. Y nos lo concedieron. Él fue un gran apoyo espiritual, emocional y físico. Serguéi — Jehová se preocupa de verdad y nos da las fuerzas que necesitamos. No importa qué problemas surjan, todos acaban resolviéndose. Vadim — Nos sentimos muy felices a pesar de las circunstancias y de lo que ocurre a nuestro alrededor.

• — Hacíamos las reuniones juntos. Cada semana, a la misma hora, hacíamos nuestras reuniones. Serguéi — No tenemos un programa específico, pero aprovechamos la información que hay en las cartas que recibimos. Les damos a todos muchísimas gracias. Vadim — Desde que estamos aquí, hemos sido muy constantes. No nos hemos perdido ni una reunión. Las hemos dirigido todas, entre semana y los fines de semana. Asignamos las partes con antelación.

• — A veces, venían otros para escuchar el discurso. Vadim — Justo ayer pasó algo muy interesante. Nos sentamos para empezar la reunión, y un preso que estaba cerca al otro lado del pasillo preguntó: “¿Cuál es el tema de hoy?”

• — Vadim y yo siempre orábamos a la vista de todos, cuando estábamos en el comedor, antes y después de la reunión, y cuando nos íbamos a dormir también. La gente se daba cuenta, y era un testimonio para ellos. Nos respetaban por ser personas de fe. Las bendiciones en medio de las pruebas

• — Tenía muy claro que debía aprovechar muy bien el tiempo, de una manera muy especial. Una y otra vez le hacía la misma petición a Jehová. Le decía: “Jehová, tú eres el Alfarero y yo soy el barro. Por favor, moldéame”. Así que, durante los tres años y medio que estuve allí, todas las situaciones por las que pasé — tanto las buenas como las malas— fueron siempre oportunidades de que él me moldeara.

• — Durante todas esas pruebas, pude ver y sentir que mi relación con Jehová se hacía cada vez más fuerte, que confiaba más en él. Fue porque en esas circunstancias tenía mucho tiempo para orar. Así que con frecuencia veía que Jehová respondía oraciones muy específicas. Eso definitivamente me acercó a él.

• — Durante todo el periodo de persecución, me fortalecieron mucho las palabras de Jeremías 48:10: “¡Maldito el que lleve a cabo la misión de Jehová sin ganas!”. Mientras me encontraba en aquellas circunstancias tan difíciles, me di cuenta de que no podía descuidar mi deber de dar testimonio del nombre de Jehová por medio de mi conducta.

• — Otra cosa que me dio fuerzas durante todo ese tiempo fue lo que dice Isaías 57:15 y la idea de que Jehová vive con los “aplastados”, con los que están pasando por un mal momento en sentido emocional. Entonces, me imaginaba a Jehová justo al lado mío con su mano sobre mi hombro y diciéndome: “Todo va a estar bien. Yo estoy contigo”. He visto que todas las pruebas que él ha permitido, hasta las más difíciles, todas y cada una de ellas las ha convertido en bendiciones. El 30 de diciembre de 2021, Serguéi Britvin y Vadim Levchuck salieron de la prisión.

• ¡Qué entrevista tan bonita! ¿Se fijaron en lo que ellos hicieron para mantener la alegría a pesar de estar en la cárcel injustamente? Mencionaron lo importante que fue para ellos no descuidar nunca la lectura de la Biblia, la oración y las reuniones, incluso estando en prisión. Aprovechaban cualquier oportunidad para predicar. Y vieron cómo Jehová les demostraba su amor y su cariño de manera muy personal. Hacemos bien en imitar su ejemplo para fortalecer nuestra fe y conservar la alegría.

• Y, hablando de alegría, qué contentos estamos todos de poder volver a reunirnos en persona, ¿verdad que sí? Requiere esfuerzo, eso es cierto. Pero poder ver a los hermanos y hermanas, escucharlos reírse, cantar y orar a Jehová junto con ellos... hace que cualquier esfuerzo valga la pena. Es otro regalo que nos hace Jehová para que podamos aguantar con alegría. Hermanos, no permitan que ningún problema, sea cual sea, les robe la alegría de servir a Jehová. Como dice Nehemías 8:10: “No estén tristes, porque la felicidad que viene de Jehová es la fortaleza de ustedes”.

• Queridos hermanos, valoramos muchísimo la profunda alegría que ustedes conservan a pesar de todos los problemas que están afrontando. Nos hace quererlos mucho más.

• Desde la central mundial de los testigos de Jehová, esto es JW Broadcasting.

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